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He nacido en la montaña

Actualizado: 6 may 2020

Hola, soy Pedro del Viento, nacido en Monteverde un Febrero del 2020, allí en donde las nubes besan a las montañas y el aire siempre es puro.


Bendecido por los árboles y el río, mi nacimiento fue natural, una luz más en el océano de las almas. Mis progenitores fueron muchos y muy variados, hasta yo mismo estuve ahí, abriendo mi pecho al soplo divino que todo crea y destruye.


Mi cuerpo es el de un niño, aprendiendo a moverse y expresarse. Mi espíritu es inquieto, sólo busca crear y ensancharse cada vez más. Mis ojos son atentos, fieles contempladores del Universo. Mis manos son delicadas, amantes del tacto, de la guitarra y del mate, de la tierra y de los mudras. Sufro de un complejo hermoso de apego a la paz. Hay una fuerza compulsiva en mí que siempre me lleva a ella, y yo… bueno… mucho no hago por detenerla.


No sé si soy varón o mujer. La energía femenina y masculina se va manifestando a la par, dependiendo del momento, la luna, de mi estado emocional y de cuan libre me sienta. Amo los dos sexos por igual, encuentro igual belleza y erotismo en cada uno.


Por fuera soy tranquilo y mi ritmo es lento. Ésta es mi manera de estar más presente, de disfrutar la infinidad de sucesos que ocurren a cada instante, atento a lo que pasa en mi interior, gozando cada detalle que el presente me obsequia.


Disfruto la soledad. En ella me sumerjo desnudo y logro un grado de conciencia, que estando rodeado de gente aún no puedo alcanzar. Tener mis espacios me hace bien, poder irme un tiempo, descansar y volver a girar.


Estoy en guerra, no sé si lo había mencionado. Estoy en guerra con todas las creencias que heredé de mi vida pasada. Es la batalla más dura de mi corta vida. El enemigo es tenaz y experimentado, aun así, no desisto. Día a día, desde que me despierto hasta que me voy a dormir, simplemente observo cómo mi mente y sus creencias funcionan, cómo juzgan, cómo me vuelven víctima y juez, cómo intentan destruir todo lo que me hace bien. Al observar, me vuelvo un ser activo, propenso al cambio. Sin acción no hay crecimiento. Sé que tomará tiempo dominar mi mente, pero un guerrero no detiene jamás su marcha.


Amo viajar, ya sea por tierra, conociendo nuevos lugares y personas, o por aire, viajando en ideas nuevas y diálogos profundos. Lo amo porque me hace cuestionar lo que yo tan ciegamente afirmo, deconstruir mis costumbres e interpelar mi etnocentrismo que da risa.


Hago música y escribo. Disfruto hacerlo y es mi mayor canal de sanación, expresión y conexión con el Manantial creativo. Me inspiran muchas cosas, principalmente la naturaleza. Alguien alguna vez dijo que allí están todas las respuestas… no podría estar más de acuerdo.


Soy sensible y me gusta serlo, vuelve mi piel más suave y porosa ante el Otro, logrando recibirlo y conectar con lo que le pasa. También me permite emocionarme fácil, ya sea con un paisaje, una canción, una mirada auténtica, un ave, el mar, los recuerdos, los abrazos, el compartir, una película, un mate caliente, una compañía en silencio, el silencio, las estrellas, las primeras horas del día, un plato de comida, la vida, el vacío, Dios, no Dios, el cuerpo, el alma, mi existencia, el misterio de existir… Tantas cosas que parecen banales, para mí son las pruebas de que el cielo existe y está justo aquí, mientras escribo, mientras me lees, mientras piensas en lo que digo.

La Verdad no está en ningún lugar específico, si no soy capaz de reconocerla en cada momento y cada suceso, no importa cuántas horas medite ni cuantos días ayune, nunca seré capaz de vivirla.


Soy curioso y aprendo rápido. Quiero aprender más sobre mi cuerpo, el vehículo de mi alma. Sé que si aprendo a cuidarlo y entenderlo, todo se hará más fácil. Me interesa mucho todo conocimiento alternativo, aquel que es milenario y va conectado a la raíz vital de cada pueblo. Admiro las personas que lo emplean con conciencia y sabiduría.

Hablando de personas… me gustan aquellas que van llenas de vida, que las cosas las mueven, que tienen inquietudes e ideas propias, que te miran a los ojos y saben respetar, que buscan la libertad y conocerse más. Por otro lado, se me hace difícil la gente que se quiere imponer, que desprecia y se ríe de lo desconocido, que no puede ponerse en el lugar del otro.


¿En qué creo? No sé si la palabra es “creer”, ya que mis experiencias han sido muy intensas como para limitarlas a conceptos racionales, pero bueno, somos esclavos del lenguaje… Creo que todas las almas son partes integrales de una entidad suprior y divina, Sé que mi despertar está en ser capaz de reconocer esta divinidad en todo, en los seres vivos y no vivos, en el ahora, en mí mismo. La mayor manifestación de Dios es el profundo amor emanando desde cada rincón del Cosmos. Cuando logro ver todo esto, me doy cuenta fácilmente porque no puedo dejar de llorar.


Soy consciente de que no soy libre en la medida que mi mente me controle y continúe identificándome con el cuerpo. Cuando suelto el deseo y el pensar que soy dueño de mis cosas, experimento la libertad de mis límites, mi alma se expande y refleja su luz en el entorno.


Cuento con una herramienta muy poderosa: la Gratitud. Intento agradecer todo lo que la vida me da y todo lo que me quita. Ser agradecido es mi forma de ver las cosas sin decepciones ni frustración. Mientras más me acuerdo de agradecer, mi conciencia aumenta. También he conocido la meditación, el arte de silenciar el coro de voces interno, armonizándome y obteniendo mayor claridad mental. Con estas dos armas yo lucho contra los fantasmas de mi pasado y con los que se intentan proyectar al futuro. Siendo persistente, voy logrando desenredar los nudos ancestrales que me atan y que he venido a liberar por fin.


Si algún día decides amarme, lo único que te pido es que sea desde la libertad. Si quieres crecer a mi lado y entregarte por completo, aquí estaré, ansioso por que renazcas. Me nutro mucho de mis vínculos, por eso procuro que sumen. Disfruto la compañía cuando puedo ser yo mismo y fluye naturalidad. Todo lo que tengo para ofrecer te lo daré, y más aún, te daré todo lo que me falta; mis fallas, mis miedos y mis sombras, mostrándome vulnerable y frágil, creando así una relación sincera. Sé que podemos volar alto, estoy dispuesto a intentarlo, pero recuerda, siempre desde la libertad.


He aprendido que la experiencia supera cualquier dogma. Puedo adquirir conocimiento leyendo y leyendo, pero la sabiduría viene por otro lado. Soy un ser único y es por eso que debo tener mi propia experiencia, aprender de ella, vivir mucho, variado, probar, equivocarme, arriesgar. También debo seguir mi intuición y aprender a escucharla. Me he dado cuenta de que todo lo que es considerado “normal” o “correcto” no es más que una construcción de aquellos que buscan seguridad y comodidad. Allí donde más resistencia haya, me detendré a cuestionar, siguiendo lo que mi ser más elevado dicte.


Al nacer, igual que todos y todas, fui bendecido con un par de alas. Éstas pueden crecer y llevarme alto, o bien marchitarse y dejarme al ras del piso. El secreto está en cómo decida alimentarlas. Si me soy sincero y real, ellas crecerán inmensas. Si me evado y huyo de mi persona, se secarán como flores al Sol. Estar bien y crecer es una decisión que debo tomar todos los días, nadie más lo hará por mí. Requiere esfuerzo, momentos de angustia y confusión, encuentros cara a cara con las sombras que preferimos no ver, sentirse muchas veces solo, no comprendido. Pero te aseguro que es un camino noble, con la Luz a la vuelta de cada esquina, esperando nutrirnos y hacernos realizar que pertenecemos a este Universo, que somos especiales, que somos amados.


Podría seguir escribiendo, pero corro un riesgo: Toda descripción puede volverse una limitación.


Soy todo lo que nombré y a la vez no soy nada de eso.


Soy Pedro del Viento, niño salvaje y vivo.


Me encontrarás por algún lado, luchando desnudo y apasionado, transformándome, siempre transformándome.


Con el viento voy, desapegado.



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